El retraso de la recuperación económica está poniendo a prueba no solamente la capacidad de resistencia de administraciones públicas, empresas y ciudadanos sino también está tensionando todas las instituciones relacionadas con el mercado de trabajo. Una tasa persistente de paro de más del 20% durante algunos años exigirá replantear a fondo las políticas activas centradas básicamente en amortiguar los efectos más negativos de la falta de empleo. Después de cuatro años de destrucción de empleo y con una perspectiva de aún otro año o año y medio hasta 2013-2014 para generar empleo neto será necesario ajustar las medidas de empleo a la coyuntura más cortoplacista para ir adaptándolas a las circunstancias cambiantes de la dinámica del mercado de trabajo.
En un momento en el que no se sabe a ciencia cierta cuales van a ser los motores de generación de empleo del futuro y debido a la profundidad de la destrucción de empleo acaecida parece lógico esperar que prácticamente todos los sectores económicos van a recuperar empleo cuando la coyuntura económica empiece a reactivarse. En este escenario unas medidas generalistas dirigidas a mantener e incrementar la empleabilidad del conjunto de la población activa, especialmente en competencias transversales parece lo más adecuado en la situación actual. En el momento en el que arranque la creación de empleo, entonces habrá que focalizar más en aquellos sectores y competencias más demandadas en el mercado de trabajo.
Mientras tanto, el reciclaje y entrenamiento de las competencias básicas debería ser el objetivo prioritario de las políticas de formación para el empleo que complementen aquellas medidas destinadas a generar rentas para que la población pueda resistir durante el periodo de carencia de empleo. Cuando el mercado no genera empleo durante periodos largos es necesario desarrollar medidas alternativas que generen actividad económica y rentas para evitar, hasta donde sea posible, un empobrecimiento generalizado del conjunto de la población, con todas las secuelas sociales que ello puede conllevar.
Así la formación, una de las instituciones claves del mercado de trabajo, se halla frente a importantes retos para contribuir a corto plazo al reciclaje de la población activa y a medio plazo empujar la reactivación económica preparando la población para un cambio de modelo económico que fortalezca la recuperación.
El conjunto del sistema de formación debe prepararse para cumplir esa importante misión y estar a la altura de las circunstancias en un momento en el que la población gira hacia la formación sus esperanzas de mejora de su situación personal en el mercado de trabajo.
A corto plazo el sistema de formación para el empleo debe poder ofrecer al mayor número de parados una formación que refuerce y mejore sus competencias básicas, y a la población empleada la mejora de su empleabilidad para fortalecer la competitividad de las empresas. En esa tesitura es urgente introducir cambios en el sistema de formación para el empleo para aumentar su eficiencia y poder llegar a más población con el mínimo de recursos necesarios. Para ello no hacen falta grandes cambios de modelo sino medidas concretas que remuevan los obstáculos que dificultan dicho objetivo.
Acabar de cerrar la unificación real y efectiva de los antiguos subsistemas de formación ocupacional y continua permitiría reducir costes de gestión e intermediación importantes. La eliminación de mercados cautivos y las largas cadenas de subcontratación de la oferta también facilitarían liberar recursos para destinarlos a los beneficiarios finales. La proximidad de la planificación de la oferta formativa lo más cercana a los usuarios finales facilitaría la flexibilidad necesaria para adaptar la oferta a las necesidades locales de empresas y trabajadores. Medidas concretas de este tipo serían más efectivas que grandes debates sobre cambios de modelos de formación profesional que distraerán las energías de los actores y paralizarán la capacidad de acción en unos momentos en el que es necesario actuar de urgencia.
En el ámbito de la formación inicial habría que interrelacionar más y mejor los ciclos de formación profesional con una perspectiva de transición de los jóvenes al mercado de trabajo. Ante un periodo largo de altas tasas de paro mantener expectativas de inserción laboral de las nuevas generaciones constituye una exigencia fundamental para una sociedad que pretenda mantener niveles de bienestar y cohesión social elevados.
Ello exige replantear algunos tabúes de la sociedad española de la democracia llegando a un consenso lo más amplio posible sobre cuales deben ser las condiciones de una primera inserción laboral de los jóvenes que facilite el entrenamiento de las competencias profesionales, evite situaciones de abuso y se corresponda con los niveles de productividad de una fuerza de trabajo novel.
Los modelos de alternancia en Europa, ya sean los modelos francés, danés, austríaco o alemán pueden ayudar a buscar un camino propio para compaginar formación y trabajo, de tal forma que libere plazas escolares para aumentar el número de jóvenes a formar y por otra parte facilite el contacto directo de empresas y jóvenes. Alargar las prácticas en empresa de las actuales FCT acompañada de una pequeña beca-salario puede ser una medida de fácil implementación, que no requiere muchos recursos suplementarios, y que tendrían un importante efecto tanto en la atractividad de la formación profesional, como ayuda a la inserción de los jóvenes y mejora de la competitividad de las empresas.
Hay que recodar que a pesar de la dureza de la situación en el mercado de trabajo, en los próximos años y a medida que se produzca generación neta de empleo la dinámica del mercado de trabajo mejorará substancialmente debido al elevado flujo de salida del mercado de la numerosa generación del baby-boom, lo que exigirá un nivel elevado de reemplazo y de demanda de substitución y contribuirá a aligerar las tensiones en el mercado de trabajo. El contacto directo y más prolongado de los jóvenes con las empresas ayudará a las dos partes a seleccionar la demanda de substitución.
Esta medida además también contribuiría a reducir la elevada tasa de abandono de los alumnos de los ciclos de formación profesional, una mejor interrelación con las empresas ayudaría a motivar a los jóvenes a finalizar sus estudios profesionales. La paradoja hoy en España es que los jóvenes que necesita el sistema productivo con una formación profesional están ya en las aulas, pero una parte muy importante de ellos no finaliza sus estudios. Conocer mejor esa problemática y actuar con decisión sobre los factores que intervienen constituye otra de las medidas que sin grandes cambios puede producir incrementos muy importantes de eficacia y eficiencia en el sistema de formación profesional.
La capacidad de aprovechar la coyuntura crítica actual para introducir mejoras en el sistema de formación profesional es la mejor forma de contribuir a superarla y a encaminar la recuperación con unas perspectivas de éxito y de consolidación del bienestar de la población.
Oriol Homs i Ferret
Barcelona, 24 de enero de 2012